domingo, 12 de julio de 2009

El viajero

Las hojas del damasco que hay en el patio, comenzaron a tornarse de un color amarillo oro. Me gusta ese nombre, Damasco, suena tan cálido y sensual...tan exótico como la ciudad que lleva el mismo nombre.
Cae la tarde y aunque ya se deja sentir el fresco del otoño, un último rayo de luz se pierde entre las ramas y se instala en mis ojos. No sé cómo, mi damasco del patio, aquí en Neuquén, me ha transportado hasta la ciudad de Damasco, en Siria.
Aturdida, me doy cuenta que camino por callejuelas impregandas de olores, (frituras, perumes, olor a jabón de azahar), ya no soy la mujer que se encontraba sentada en el patio, mi maya, mi peto, y mi espada...así me lo dicen.
Aturdida...no, ¡aturdido!, llego hasta un mercado bien provisto de animales, ricas sedas y joyas hermosas talladas a mano. Todo entremezclado en los puestos ambulantes.
Se escucha una música lejana, dulce y monocorde, y risas, y también voces que regatean los precios de las mercaderías.
De alguna manera sé que estoy en Damasco, que soy un cruzado que ha llegado hasta aquí, por la convocatoria del Papa Eugenio Tercero, para conquistar Jerusalén. Saladito, Sultán de Egipto y Siria, gobierna el gran imperio de la dinastía ayyubi.
¿Pero yo, que hago aquí?, ¿quién soy en realidad?, ¿he regresado atrás en el tiempo o quizás he estado en el futuro?. Con un fogonazo, vuelven los recuerdos.
Mi nombre es Reinaldo de Chatillón, dicen que soy un bandido, que soy un pirata, ¡no es cierto!, yo soy un caballero que ataca las caravanas que van a la Meca, porque para mi, en esta guerra no existen las treguas.
Partí de Damasco hacia Jerusalén, atacamos por última vez una caravana, en ella viajaba la hermana de Saladito, quien juró matarme con sus propias manos.
El 4 de Julio del año de nuestro señor de 1187, cerca de Tiberiades, en el sitio llamado "Los cuernos de Hattin", Saladito nos venció en la batalla. Cuentan las historias que me mató con sus propias manos como había jurado, pero no fue del todo cierto...
Medio muerto y mal herido, encontré refugio en Krak de los Caballeros, desde esta fortaleza, pude salir hacia Chipre, confundido con el resto de la tropa templaria. En el barco que me llevaba a Chipre, encontré una fórmula secreta, la cual me permitiría viajar a través del tiempo.
Llevábamos algunos prisioneros, Zengil, gobernador de Mosul y Alepo, era uno de ellos, era también un sabio, aún más sabio que Saladino. A él, le arrebaté (con malas artes, lo confieso), el conocimiento de las estrellas y los planetas; le arrebaté la llave de la puerta del tiempo.
Desde entonces viajo por los años, por los siglos, huyendo del juramento de Saladino, intentando sobrevivir en otros cuerpos, en otras vidas.


CONTINUARÁ

3 comentarios:

Lunska Nicori:BegoñaGTreviño dijo...

No tardes mucho en hacernos otra entrega. Se está poniendo muy interesante este relato del caballero asaltante de caravanas, que viaja por el tiempo. ¡Estoy intrigadísima!
Un abrazo muy grande y besos

El angel al filo de la navaja. dijo...

Huy, mucho quieres tu que trabaje, jajaja, besos y gracias.

HUMO dijo...

Una querida y talentosa amiga me pidió que te visitará, creo que ha hecho muy bien porque es un placer tu narrativa.Te brindo mi apoyo.

=) HUMO